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Paco Jémez

Diciembre 1, 2015

«Nuestra idea es que no se puede vivir en un orden constante»

UD Las Palmas

Hoy hablamos con Paco Jémez. Con él, profundizamos en los aspectos de su sistema de juego, con el que ha ganado muchos adeptos y detractores; nos habla de la importancia de las personas de su alrededor, de los que forman su staff técnico; de la necesidad de aprender continuamente en algo tan cambiante como es el fútbol. Jémez es, sin duda, un hombre de balompié, del de su etapa como futbolista, en la que primaba el talento natural. 

¿Por qué fútbol?

Creo que es lo que me ha tocado vivir. Cuando era pequeño no había Play Station, teléfono… no había nada. Tenías un balón y amigos con los que jugar. Desde que tengo uso de razón he vivido el fútbol; he jugado al fútbol en la calle y en el colegio, en los equipos en los que he jugado…

Cuando jugaba ya como profesional, ¿se dio cuenta de que llevaba un entrenador dentro o fue con el paso del tiempo?

Yo creo que fue con el paso del tiempo… En los últimos años de mi carrera cuando me saqué los títulos y me planteé el hecho de al menos probar y ver si se me podía dar bien.

¿Cree que un jugador y un entrenador dejan de aprender en algún momento de su carrera o es una formación constante?

No. En el momento que dejas de aprender es cuando empiezas a tener muchas carencias. El fútbol es algo tan dinámico y cambiante que cada día te sorprende y yendo a cualquier campo o viendo a cualquier equipo aprendes y ves cosas nuevas. Creo que ese inconformismo de querer aprender cada vez más es fundamental.

Es un defensor de la posesión del balón, pero algunos se empeñan en infravalorar este aspecto del juego, ¿qué opina de ello?

Creo que no hay una sola manera de jugar al balón. Se puede jugar de distintas formas para obtener resultados y todas son válidas. Yo decido una y otros, otra. No critico al resto. A mí me gusta la que hago y es con la que me siento contento, con la que me siento satisfecho y es la que intento llevar a cabo, pero entiendo que hay otras maneras de jugar al fútbol que son tan buenas como la que yo hago o más.

Claro, pero si su equipo tiene el balón, le da más posibilidad de hacer gol, ¿no?

Todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Es cierto que los riesgos que nosotros cometemos a la hora de sacar el balón jugado desde atrás son muy grandes… cualquier pérdida te puede suponer un gol, mientras que si jugáramos con un juego más directo, perderíamos posesión, pero el balón estaría más lejos de nuestra portería. Hay que buscar un equilibrio para que las cosas buenas estén por encima de las malas.

Precisamente hablaba de riesgos… Usted es partidario del “quien no arriesga, no gana”, pero, ¿ha habido algún partido en el que se haya planteado cambiar ciertos aspectos del sistema de juego o siempre se ha mantenido fiel a sí mismo?

En cuanto a ese aspecto: no lo he hecho y no lo pienso cambiar. Entiendo que nunca seré lo suficientemente valiente. A la hora de jugar hay dos tipos de equipos: los que salen a ganar y los que salen a no perder y yo quiero que mi equipo sea de los primeros. No quiero tener la sensación de que mi equipo tenga que defender nada ni de guardarme nada. En los partidos hay que intentar ganar siempre. Es verdad que hay días en los que no se puede ganar, pues esos días intento no perder. Pero la idea es salir a ganar, a jugar bien, a por los tres puntos, independientemente del equipo que tenga enfrente. Esto es algo que, con el paso de los años, he entendido que lo necesito para poder ser entrenador y poder competir.

Cruyff dice que en el fútbol no es tan necesario correr, pero sí jugar con el cerebro. Y usted además defiende que hay que hacer pensar al jugador constantemente, ¿qué porcentaje le da a la inteligencia a la hora de jugar y cuál al físico?

Hoy en día hay que reconocer que los futbolistas son cada vez más atletas. Una parte muy importante del fútbol se basa en el físico, sobre todo con la intensidad que se juega hoy, que los jugadores son más potentes, más fuertes, más rápidos, son más ágiles, resisten más… es decir, en ese aspecto podemos decir que jugadores que no tengan un buen físico, les costaría bastante trabajo jugar en la élite. Pero sí es cierto que el verdadero talento se ve cuando tienes el balón en los pies. Yo entiendo que un jugador que piensa y, sobre todo, que piensa rápido, es un jugador inteligente y va por delante del resto. Hay jugadores que a lo mejor no tienen ese talento físico, pero sí tienen una rapidez tan grande para pensar que les hace más rápidos que al resto porque ven las cosas antes que los demás. Tener un poco de todo en el equipo es el equilibrio ideal: gente potente y gente que piense mucho y que decida pensando. Es verdad que el jugador hace muchas cosas de manera innata o de manera involuntaria, pero la mayoría de las cosas se han pensado antes.

O sea que es importante el equilibrio a la hora de jugar, pero es la inteligencia lo que diferencia a los jugadores de los buenos jugadores.

Totalmente. Lo has explicado muy bien [ríe]. La diferencia entre un buen jugador y un gran jugador está en la rapidez mental.

Precisamente su sistema de juego se basa en empezar desde atrás jugando con el portero, que es el que mejor visión de juego tiene. ¿Cree que el papel del portero es el más difícil de asumir ya que no es tan recordado en las victorias y sí en las derrotas?

Nosotros intentamos que no sea así. Cuando ganamos partidos no le damos el mérito solo a los delanteros y cuando perdemos no solo le echamos la culpa a la defensa, sino que analizamos todo lo que pasa en ataque y en defensa en conjunto. Es verdad que los que peor lo pasan y los que más riesgos corren son nuestra defensa y nuestro portero. Pero también les convencemos, les ayudamos y trabajamos con ellos para que entiendan que ese es el trabajo que tienen que hacer y que lo tienen que intentar hacer bien. Pero es verdad que dentro de nuestro sistema los jugadores más maltratados, entre comillas, son los defensas y el portero.

De ahí la importancia de trabajar también el aspecto psicológico, ¿no?

Sí, sí. Nosotros somos un equipo que entendemos que no nos puede hacer daño absolutamente nada. El fútbol te depara cosas buenas y cosas malas. Las malas, las sopesamos y sacamos conclusiones, pero no nos hacen daño. Y las buenas, nos refuerzan. Esa es nuestra manera de entender el fútbol.

Precisamente un portero que ha pasado momentos difíciles, Víctor Valdés, dice que alcanzó su éxito menospreciando la presión, teniendo cierta actitud de pasotismo ante las citas pero preparándolas en los entrenamientos y pensando siempre en negativo, ¿está de acuerdo o prefiere una visión más positiva?

Cada persona conoce su mente y sabe lo que necesita. Está claro que a veces a mucha gente una excesiva presión le juega una mala pasada y da la sensación de que son un poco ‘pasotas’, pero es su manera de ser. Y así es como entienden la competición y así es como llegan mejor a ella. Yo, en ese aspecto, soy muy cuidadoso con lo que cada jugador necesita. Es verdad que a nivel grupal sé más o menos lo que hay que darle a cada uno, pero luego a nivel individual, cada uno entiende su papel y su comportamiento de una manera. A unos les va mejor una cosa y a otros, otra. Realmente el saber lo que necesita cada uno es lo importante para saber dárselo.

También afirma que el desorden es la mejor arma para sorprender al rival, ¿cómo inculca esto a tus jugadores?

Nuestra idea es que no se puede vivir en un orden constante. Es decir: si tú estás ordenado y yo estoy ordenado, ¿quién gana el partido? Lo que intentamos es desordenarnos para provocar desorden en el contrario, pero a la vez ordenarnos rápidamente. Por ejemplo: en nuestro sistema de juego, la subida de los laterales provoca un desorden táctico. Nosotros lo que intentamos es, con movimientos por detrás, arreglar ese desorden pero a la vez generar un desorden en el equipo contrario. Es decir: lo que hacemos es desordenarnos y ordenarnos continuamente para que parezca que no nos hemos desordenado, pero para que esos desórdenes sí aparezcan en el contrario.

No entiendo un partido en el que estés ordenado 90 minutos porque eso es un aburrimiento… nadie se mueve para ningún lado, nadie genera las superioridades y nadie hace daño.

Entonces: cuando digo que soy un enamorado del desorden me refiero al desorden que conlleva un orden por atrás. Si te desordenas y no te vuelves a ordenar, eres un equipo vulnerable.

Diego Pérez, su analista, me dijo que “estar a su lado es un aprendizaje continuo y que trabaja lo mejor posible para facilitarle el trabajo”, ¿cree que actualmente el papel del analista es fundamental en una plantilla?

Sí, muy importante. De otra forma, nosotros no tendríamos tiempo para llevarlo todo. Hoy en día la figura del analista y, sobre todo, la cantidad de material que tenemos para que nos facilite la vida y nos ahorre muchas horas de trabajo es fundamental. Yo en Diego tengo un apoyo fantástico porque él ya lleva cuatro años trabajando conmigo y ya sabe lo que quiero; las cosas que yo no le doy se las pido y me las saca perfectas, siempre acierta. Ya vamos los dos de la mano. Él sabe lo que yo necesito para poder dárselo a los jugadores cada partido y cuando yo por tiempo no puedo dárselo, él me lo da. Esto conlleva mucho tiempo juntos, conocer las necesidades del entrenador para poder ayudarle en la tarea. Diego nos hace un trabajo en la sombra que nos ahorra muchísimo tiempo.

De ahí que los entrenadores siempre hacéis hincapié en que no solo sois vosotros, sino que hay mucha más gente dentro del staff técnico.

Sí, está claro. Se habla mucho del ego de los jugadores, pero no te puedes imaginar el ego de los entrenadores… [ríe]. Creemos que todo lo que pasa a nuestro alrededor es porque somos unos fenómenos y alrededor lo único que pasa es que hay mucha gente facilitándonos la tarea. Y eso hay que valorarlo. Siempre hablo de la gente que me rodea, de mi cuadro técnico, del doctor, de los fisios, de los utilleros, del delegado, del analista, del recuperador… de toda la gente que con su trabajo favorece el nuestro. Ellos lo que hacen es que nosotros tengamos el mínimo de preocupaciones posibles para que toda nuestra atención esté focalizada en el equipo y en los partidos. Esto no es un trabajo de uno solo, sino de un equipo. Y nunca mejor dicho. Un equipo que trabaja día a día para que el trabajo los jugadores y el entrenador sea más sencillo.

¿Qué tiene mejor sabor un título o un ascenso?

Yo creo que depende de cuánto de resultadista seas. Me explico: ganar algo siempre es una alegría inmensa, pero sí es verdad que hay muchos equipos que no pueden ganar cosas, pero esos equipos también tienen satisfacciones: cuando juegan bien, cuando quedan bien clasificados… Hay que entender que no todos los equipos están en situación de poder ganar un título, eso está acotado solo para unos pocos. Entonces: si eres un gran resultadista y solo te fijas en los equipos que ganan cosas, te quedas con muchos equipos fuera. Y son equipos que hacen las cosas muy bien, que juegan muy bien, que compiten muy bien y que cumplen sus objetivos dentro de la temporada. Es verdad que no te van a ganar la Liga, la Champions o la Copa de Rey, pero son equipos que también hacen muy bien las cosas y que también podrían hacerlo en equipos grandes. Hay que diferenciar un poco cuáles son los equipos que tienen potencial para poder ganar y cuáles son otros que tienen potencial para otras cosas.

Precisamente el Rayo realiza una continua labor social, ¿cambiaría esa admiración que recibe el club por un título?

No, no. Un título siempre lo puedes ganar, pero conseguir lo otro es complicado. Nosotros entendemos que el apoyo y el cariño que la gente nos da cuando saltamos al terreno de juego no basta solo con pagárselo con sacrificio, con resultados, con buen juego… creo que con eso no llega. Por ello hay una relación muy directa entre lo que es Vallecas y lo que es el Rayo Vallecano. Esa labor social que hace el Rayo en su conjunto, que siempre estamos dispuestos a hacer lo que podamos y echar una mano a quien podamos, es un vínculo muy fuerte entre una afición y un equipo que es muy difícil de crear.  Entonces: si tú a mí me dices ahora si cambio eso por ganar la Copa del Rey, te diría que no. Y te diría que no porque creo que tiene más mérito, que da más satisfacción que el hecho de ganar un título.

Además, no es solo la admiración que despertáis dentro de la propia afición del Rayo, sino también a nivel nacional e incluso internacional.

Sí, pero eso son cosas que vienen añadidas. Nosotros hacemos las cosas porque creemos que es lo que tenemos que hacer en ese momento. De verdad que no lo hacemos para que nadie nos lo reconozca ni para levantar la admiración de nadie. Hacemos muchas cosas en el barrio, que seguro que no son todas las que nos gustarían, pero dentro de nuestras posibilidades intentamos ayudar a muchas familias y mucha gente que lo necesita y con eso nos basta. Además, muchas de las cosas que hacemos la gente ni siquiera se entera porque no lo hacemos para salir en los periódicos, no lo hacemos para que digan: “mira los del Rayo qué majos son”, no, lo hacemos porque creemos que es nuestra obligación, porque nos sentimos bien haciéndolo y porque es una manera de recompensar a toda esa gente que viene a animarnos semana tras semana.

Seguro que habrá visto a muchos niños que lo están pasando mal ahora en España, pero que sueñan con ser futbolistas, ¿qué les diría?

Que no hay nada imposible. Yo vengo de una familia muy humilde… de hecho, agradezco que mis padres hayan sido pobres porque me han dado unos valores y me ha hecho vivir una vida que ahora me vale para lo que me dedico. Lo bueno del fútbol es que iguala a la gente. Es decir: porque tengas mejores botas o mejor balón, no vas a ser mejor jugador. De hecho, los mejores futbolistas que ha dado el fútbol han salido de la calle: gente que ha jugado en barro, en la carretera… Lo bonito que tiene el fútbol es que con un balón, unos cuantos amigos y la calle, puedes aprender y puedes tener ese talento e ir creciendo y llegar a profesional. Yo le digo a la gente que luche por sus sueños, que pelee, que lo intente. Que si al final no lo consigues, te quedes con que lo has intentado al máximo.

Muchos de los niños que hoy son pobres y no tienen recursos, si sueñan con eso y lo persiguen y son constantes, pueden llegar a jugar en Primera División. Yo creo que merece la pena.

Si tuviera que definir el fútbol de su etapa como futbolista con una palabra y el fútbol actual con otra, ¿cuáles serían?

En mi época era más talento, talento natural. Y ahora es más talento modificado, entran otras variantes que antes no se mantenían. El fútbol y el jugador han cambiado mucho. Ahora con el fútbol no llega, hay que publicitarlo, hay que buscar otras cosas que no solo sirvan para jugar sino también para vender. Algo a lo que hay que adaptarse.

¿Qué sueño le gustaría cumplir como técnico?

Lo que estoy cumpliendo: disfrutar con mi trabajo; no perder nunca la idea que tengo de fútbol, no perderla nunca jamás, sobre todo si algún los resultados no son los que espero… Y si puedo soñar con algo: mejorar en mi carrera profesional. Todos los entrenadores quieren mejorar, quieren estar en mejores sitios, quieren tener opción a ganar títulos y a competir con los mejores. Entiendo que eso es un sueño y que eso dependerá de lo que hacemos día a día, de lo que haga en el Rayo y de lo que haga el día de mañana en el equipo en el que esté.

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Roberto Trashorras

Septiembre 30, 2016

«El futbolista nace»

Embruja con sus buenas artes cuando tiene el esférico en sus pies. De ahí, su apodo. Asegura que el futbolista nace, que es algo innato, a lo que yo añadiría que intrínseco para algunos. Y no entiende un fútbol que no se base en el buen juego, por fortuna para los que le vemos jugar. Nunca disfrutó tanto con el balompié como en sus humildes orígenes… pese a que aprendió de los mejores en Can Barça. Vallecas está enamorado de él y viceversa, por ello no responde a invitaciones de otros ‘pretendientes’. Es capitán por carácter, obra, gracia y méritos. Y, ojalá, se decida por el camino de entrenador cuando cuelgue las botas. Disfruten de sus palabras, que de su fútbol ya lo hacen cada fin de semana. Con todos ustedes: Roberto Trashorras.

¿Por qué fútbol?

Sinceramente, no sé porque fue. Creo que alguien cuando nace lo lleva dentro. Yo, desde pequeño, tenía claro que quería jugar al fútbol. Desde que pude con la pelota, jugaba con ella. Empecé en mi pueblo, en la plaza.  A partir de ahí tenía claro que quería ser futbolista.

¿Ser futbolista es, por tanto, un don? Uno es futbolista porque quiere y puede, porque hay muchos que quieren, pero no son válidos…

Creo que sí. Al final es algo con lo que naces. Después intentas mejorar, pero es algo innato. Te gusta jugar al fútbol y sabes. Cuando vas avanzando en tu carrera ves si tienes mimbre para ello o no. Si juntas el querer y el poder, te dedicas a esto.

Lleva ya bastantes años en este mundo para saber quién le ha marcado más en su carrera…

Han sido muchos, lógicamente. Desde el primer momento que empiezas de manera más seria aparecen personas importantes… sin ir más lejos, en mi primer equipo: el Racing Vilalbés. Y cuando llegué a La Masia había gente como Cruyff, Rexach… que marcaron mucho mi carrera. Sería muy difícil escoger a uno por encima de otro ya que en su momento cada uno me aporto algo para llegar a donde he llegado.

Hablaba del Racing Vilalbés… ¿Qué me puede decir de sus inicios? Esa etapa que es, probablemente, la más romántica del fútbol…

Disfruté mucho… No quiere decir que ahora no lo haga o que momentos atrás no lo haya hecho, pero esos momentos con la libertad que uno tenía al tener la pelota, unos amigos y una pared o red, ese fútbol es el que más me ha marcado. Ahí uno se da cuenta que es lo que quieres. Estaba deseando que acabara el cole para poder ir a jugar al fútbol. Me hizo ver que era mi pasión.

Después llegó La Masia. Te llamaron “La Brujita del Mini” comparándole con Verón… ¿Cómo vivió aquellos momentos?[Ríe] Fue uno de los momentos más importantes. Empezaba a despuntar en el filial, llegué a jugar con el primer equipo… Y en ese momento uno de los jugadores más destacados a nivel mundial era “La Brujita Verón”. Y como jugaba en su posición, llevaba el pelo parecido… un buen amigo periodista, Edu Polo, me llamó así y ahí quedó.

Pasó de delantero centro a mediapunta. ¿Le resultó brusco?

No, no. Sabía que cuando firmas con un equipo como el Barça, sobre todo a partir del centro del campo. El fútbol del Barça es muy particular, con un estilo muy marcado… y al final la gente de arriba tiene que saber jugar en todas las posiciones. A mí no me resultó difícil porque llevaba desde muy pequeño haciéndolo.

No hay mejor lugar para un centrocampista que el Barça, ¿no?

Sí. Creo que la demarcación que más se resalta allí es la de centrocampista. Si hay algún jugador que defina al futbolista del Barça es aquel que domina el balón, el tiempo de juego, la posesión… y esto, al final, es lo que hacen los centrocampistas.

Exacto. Al final, sus mejores jugadores son los que han sido los mejores centrocampistas: Xavi, Iniesta, ahora Busquets…

Sí, por ello digo que el futbolista que mejor representa los valores de La Masia es el centrocampista puro. Xavi, Iniesta, Busquets… han salido muchísimos más, pero piensas en ese ‘jugador tipo’ que lleva muy dentro los valores de calidad, posesión, control del juego, etcétera, es evidente que sale de allí.

Sampaoli dice que él sabe qué partido va a ver en función de los centrocampistas que tenga el equipo… ¿Comparte esta visión?

Sí [Ríe]. Soy muy propenso a pensar lo mismo. En función de la importancia que se le dé a esa zona y de las cualidades de los centrocampistas: más ofensivos o más defensivos, sabes cómo será tu equipo. Después puedes tener delanteros rápidos, defensas fuertes… pero realmente quien te da la forma de jugar es el centrocampista que tengas. Si juegas con centrocampistas muy defensivos u ofensivos, tu equipo será así. Sí, soy de los que piensan que en función de cómo son tus centrocampistas, sus cualidades y de cuántos pones, así será tu idea de fútbol.

¿Qué tiene de especial el Rayo y su gente? Tienen una historia de amor mutua desde hace años…[Ríe]. He estado en muchos equipos, pero el más especial y en el que más a gusto he estado, es el Rayo. Al tener un barrio con unos valores tan marcados detrás, lo hace muy especial. Cada equipo en el que he estado tiene su momento, su manera de entender el fútbol y algo bueno siempre, pero el Rayo es especial por su gente. El Rayo es una forma también de entender la vida… para nuestros aficionados no es solo un equipo de fútbol, es sentir unos colores.

¿Es esto lo que hizo que optara por quedarse en el Rayo a pesar del descenso? Recibió muchas llamadas para poder irse…

Sí. Tenía opciones de marcharme y el club lo sabía, pero siempre dejé claro que mi primera opción era seguir aquí. Y, sí, evidentemente tiene mucho que ver con lo que te he comentado, pero también porque siento que aquí que aquí la gente me respeta y me trata con cariño, me valora sobre todo el trabajo que he hecho estos últimos años. Creo que quedarme es una manera de agradecerles todo lo que me han dado, que aunque ya lo he intentado estos años, quería hacerlo así también.

No solo es querido por los rayistas, gusta a todo aficionado al fútbol… ¿Esto le supone una responsabilidad o un orgullo?

Ambas. Cuando le gustas no solo a tu afición, sino a más, es un orgullo. El hecho de gustarle a tu gente es más lógico, pero gustarle a gente de otros equipos también te gusta. Pero también es una responsabilidad, porque cuando uno crea expectativas se le exige más que a otros. Mi carrera siempre ha sido así: he sido uno de los jugadores más señalados para bien y para mal, pero he sabido convivir con ello. Es una responsabilidad exigente, pero forma parte de mi vida deportiva.

Y algo tiene que ver también con ser capitán, ¿no? Al final, los que toman esa responsabilidad, también son capitanes.

Sin duda. Ser capitán conlleva muchas cosas y no solo a nivel deportivo: también hay que ayudar al que viene de fuera, cuando las cosas van peor hay que mantener esa calma que te da la experiencia… pero sobre todo ayudar en los momentos más difíciles e intentar mediar para que todo vaya bien.

¿Al lado de qué futbolista le hubiera gustado jugar o en qué equipo mítico?

He tenido la suerte de estar en uno de los mejores, que es el Barça. Era mi sueño y lo conseguí, pero me hubiera gustado en equipos míticos como el Milan o el Manchester, que también en su momento eran equipos muy potentes. Ahora siguen siéndolo, pero en mi época eran aun más importantes a nivel deportivo, porque ganaban asiduamente la Champions… Me fijaba mucho en ellos.

¿Y cómo entiende el fútbol Roberto Trashorras?

Creo que es un deporte en el que prima ante todo el espectáculo. Soy de los que piensa que en el fútbol hay que jugar bien y a partir de ahí se construye este deporte. Creo que si un aficionado paga una entrada, hay que devolverle ese dinero, esas ganas y esa ilusión por verte con buen fútbol… y luego el resultado es una consecuencia de lo que uno haga. Me gusta jugar bien al fútbol y cuando lo veo, lo que exijo, es lo mismo.

Sí, esa parte más romántica del fútbol. No es solo un deporte, también un sentimiento.[Ríe]. ¡Sí! Y más que un resultado. Al final, lo que le gusta a un aficionado es ganar como sea, pero creo que es más importante el cómo se hacen las cosas y no solo el fin. Prefiero ver un partido de mi equipo en el que juegue bien y salga del campo habiendo disfrutado en vez de ganar sin hacerlo así. Sé, que a posteriori, ese equipo ganará, porque hará más cosas que el rival. Es muy importante el cómo se hacen las cosas.

Con lo que me dice, le veo como entrenador… ¿Y usted?[Ríe]. Es una posibilidad. Es lo que hablábamos cuando empezaba la conversación… Desde pequeño te das cuenta de que puedes vivir de esto y toda mi vida ha estado ligada al fútbol. Sé que seguiré en el fútbol, aunque no sé si de entrenador.

¿Qué le diría a los niños que, como usted hace años, suenan con ser futbolistas?

Que estudien. Por desgracia, no todos los niños que tienen cualidades llegan a ser futbolistas. Y que no pierdan esa ilusión. Que nunca pierdan la humildad tampoco. Y que entiendan que si una puerta se cierra, que no desistan. Hay cabida para todos: si no es un sitio, será en otro. La pasión por dedicarte a esto es fundamental.

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Quique Setién

Mayo 2, 2017

«Sigo sintiéndome futbolista»

UD Las Palmas

Le gustaría ser futbolista eternamente. No puede vivir despegado del balón. Remarca la importancia de que cada uno es responsable de sus aciertos, pero también de sus errores. Anhela la época en la que el Racing estaba en manos de gente que quería al club. Siempre admiró y quiso a Manolo Preciado… Y respeta con cariño el gran trabajo de su amigo Abelardo. Está haciendo un trabajo brillante en la UD Las Palmas, previo paso por el Lugo, que tanta alegría dio en Gijón. Él es Quique Setién.

[Entrevista publicada en la edición en papel de La magia del Brujo de 2016].

¿Cuándo se enamoró del fútbol?

Creo que nací enamorado. Desde que recuerdo, he estado siempre jugando al fútbol… Es una pasión. Siempre he estado vinculado a él y ha sido mi vida en todos los sentidos. Es vocacional lo mío.

¿Qué significa para alguien de Santander debutar, jugar y entrenar al Racing?

Lo mismo que para alguien que nazca en Gijón [ríe]. Desde pequeño fui a ver al Racing y sentí las emociones que provoca, así que el poder jugar y entrenar allí después, fue un privilegio y una satisfacción enorme para mí. Fue un sueño cumplido.

¿Y cómo vive la situación que atraviesa desde hace unos años?

Con mucho pesar porque a nadie le gusta ver a su equipo en esta situación; que sea manejado por alguien que sabes que no le quiere y que tiene otros intereses diferentes a los que tenemos los que sí le queremos, hace que sea una situación triste. Pero es lo que hay. Tenemos que intentar arreglarlo para que el club no vuelva a caer en manos de gente que no le merece, así como tratar de recuperar el prestigio que tiene por su historia.

Probablemente, Manolo Preciado secundaría tus palabras. ¿Qué significó para usted?

Jugué con él, le nombré entrenador del Racing y fui su amigo durante muchísimos años.

Es una de esas personas que deberían multiplicarse en el fútbol, ¿no?

Era una persona entrañable, querida por todos. Y un entrenador que sobre todo en vuestra tierra dejó un legado extraordinario que ha llegado a superar lo puramente futbolístico.

Precisamente él fue el encargado de devolver la ilusión a la afición del Sporting a su llegada. Se puede establecer un paralelismo con la tuya a Lugo. ¿Cómo vivió aquella etapa?

Esa etapa estuvo francamente bien. El Lugo es un equipo que funciona muy bien a nivel institucional, administrativo… es un club muy serio, responsable, con las ideas muy claras. Poco a poco nos fuimos consolidando en la categoría de plata, porque antes solo había estado un año en toda su historia. Fue una etapa maravillosa… Ha sido una de las mejores que he vivido en mi etapa futbolística.

Después del Lugo llegó la oportunidad de la UD Las Palmas. ¿Cómo afronta este reto tan bonito?

Con la misma ilusión que hago las cosas siempre. A mí me gusta el fútbol, creo que al final el lugar es lo de menos, tu comportamiento y tu entusiasmo no tiene que ver nada con el sitio, sino con tu forma de ser, con la manera de trabajar, tus ideas… Ahora en Las Palmas se han dado unas circunstancias muy buenas que han permitido que el club, el equipo y yo mismo hayamos crecido y madurado. Debemos intentar mantener lo que hemos conseguido, transmitir poco a poco los conocimientos que puedas tener a los jugadores y a ver si el fútbol, que a veces es muy caprichoso, te permite seguir progresando y ganando.

Una de las señas de identidad de Las Palmas es el uso de la cantera. ¿Debería instaurarse esta opción frente a la compra de jugadores en la mayoría de los clubes?

Hay muchos clubes que hablan de cantera, pero realmente no lo son. La realidad es que las canteras solamente funcionan cuando no hay recursos económicos, las apuestas reales de los clubes por las canteras son bastante menos de las que se proclaman. Es cierto que los chavales acaban mejorando, pasando la barrera del filial al primer equipo, pero en menor medida de lo que debería ser. Esto, a la larga, le da un cierto status a un equipo, porque cuando un jugador defiende al equipo de su tierra, esto le da un cierto plus a ese club, porque hay un compromiso, entusiasmo y dedicación que a veces en otros sitios no transmiten.

¿Es la cantera ese halo de conexión entre el anhelado fútbol de antes frente al actual, que parece que importa más la cartera?

La realidad es que el público demanda resultados y muchas veces los clubes se ven obligados a fichar a jugadores que están consagrados frente a otros que pueden estarlo en unos años. Desde la grada hay muy poca paciencia con los chavales, sobre todo porque al final a la inmensa mayoría de los aficionados lo que le interesa es ganar, no es la cantera. Sí que es verdad que cuando salen y son buenos lo valoran y lo reclaman mucho, pero si el equipo gana, si no es así, son muy críticos. Creo, por tanto, que a veces no se le puede echar toda la culpa a los clubes y a los directivos porque la realidad es que desde la grada se exige resultados y no se tiene paciencia.

¿Es esa falta de paciencia lo que hace que los clubes se vean obligados a hacer proyectos a corto plazo en los que la cantera apenas tiene sitio?

Naturalmente. La realidad es que tú le planteas a un aficionado qué prefiere y te dirá que resultados antes que pruebas con la cantera. Y a lo mejor para que salga un chaval bueno tienes que perder a veinte y a veces no lo sabes porque maduran cuando les toca, no es una ciencia exacta. A veces apuestas por unos que no salen bien y otros que se te escapan, pero la realidad es que la exigencia a veces es tan grande que, para evitar el grito de la grada, eliges a jugadores más hechos.

Desde hace unos años desempeña el papel de entrenador. ¿Disfruta más entrenando o jugando?

Indiscutiblemente jugando. Todavía me siento jugador. Si ahora, a pesar de los años, no tuviera la oportunidad de disputar un rondo con los jugadores, me dedicaría a otra cosa. El fútbol me encanta y soy entrenador porque es la única manera que me permite seguir disfrutando de él a pesar de los años [ríe]. Me gustaría no haberme retirado nunca [ríe]. Sigo teniendo el mismo miedo a las lesiones porque me quitarían el poder jugar… Uno nace y muere futbolista. En mi caso desde luego que sí. Incluso aunque estuviera en silla de ruedas, querría chutar un balón. Esa ha sido mi vida. Ahora estoy haciendo un campo con niños, porque es lo que me gusta: verles jugar, estar en contacto con ellos, mostrarles las cosas, tratar de enseñarles y corregirles. Esta es la mayor satisfacción que uno puede tener: estar cerca del balón y de los jugadores.

¿Qué posición o zona de juego cree que debe estar perfecto a la hora de jugar?

Todas las posiciones y los jugadores del equipo son importante. Es como un fórmula uno: si le pones la rueda de un 600 a un fórmula uno, el coche ya no rodaría igual y tienes más riesgo de accidente. Todo suma e importa. Cualquier pieza que no sea como debe ser hará que a ese equipo le cueste ser bueno de verdad. El centro del campo sí que es una parte importante, es por donde más veces pasa el balón, los que lo protegen son los que más tiempo tienen el balón junto a los centrales y siempre que tengan el balón los mejores, este saldrá de sus pies mejorado. Ahí está la importancia de entender el fútbol, de tener la inteligencia y la capacidad que tengan, porque es lo que marca las diferencias y produce el desequilibrio.

Si pudiera elegir un once sin importar la época de cada uno, ¿cuál sería?

Hay muchos jugadores que me han gustado muchísimo, pero está claro que me iría a los mejores. En la portería, ha habido muchos muy buenos, pero creo que me quedo con Vítor Damas, que le tuve en el Racing, tenía muchísima calidad y técnica, me marcó mucho su manera de ser, de parar. Y después pon a los mejores: desde Maradona hasta Cruyff; a Pelé; Beckenbauer, que me encantaba; a Messi, por ejemplo… A muchos jugadores.

¿Qué le ha dado y qué le ha quitado el fútbol?

Me ha dado todo lo que tengo, lo que soy… se lo debo al fútbol. Y el resto se lo debe a mis padres. Uno no está realmente satisfecho de cómo es, pero no me quejo. No me ha quitado absolutamente nada, he tenido momentos extraordinarios y otros menos buenos, pero creo que esto es parte de la vida, que no siempre le va bien. La conclusión siempre fue positiva y si volviera a nacer sería futbolista otra vez.

Su Lugo se convirtió en un equipo adorado en Gijón. ¿Le molestó que se dudara de la profesionalidad de sus jugadores e incluso de la suya?

Suele pasar. Llevo muchos años y que hay que entender los momentos de frustración. Para muchos jugadores y técnicos del Girona la oportunidad que tuvieron aquel día creían que no la volverían a tener, aunque sí ha sido así. Creo que pasado el tiempo, uno se da cuenta de que es responsable de lo que te pase, que no le puedes echar la culpa a los demás. Y esto sirve tanto si asciendes como si desciendes, en una temporada tan larga como la que tiene el fútbol, los méritos y deméritos son tuyos. No me sentí culpable de nada; hice lo que tenía que hacer, que era tratar de ganar el partido, como he hecho siempre. Entendí la situación de frustración que vivieron en Girona, pero sin más.

¿Recibió alguna llamada para entrenar al Sporting en algún momento de tu carrera?

No, no. Jamás. Tengo allí a un amigo, Abelardo, que lo está haciendo francamente bien en unas circunstancias extraordinariamente difíciles. Se ha ganado el derecho a estar ahí y ojalá que esté muchos años más.

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Juan Carlos Unzué

Noviembre 21, 2018

«Me muevo por la ilusión»

Es atento: le gusta conocer antes de hablar. Y le encanta hablar [la entrevista dura lo mismo que un partido de fútbol], pero no de cualquier manera: piensa lo que dice y dice lo que piensa al mismo tiempo que reflexiona sobre lo que está verbalizando. Pese a que la conversación es telefónica, se percibe sin problema cuándo esboza una sonrisa al contar algún que otro recuerdo; y cuándo se pone más serio para hacer entender lo que quiere decir. Nació en Navarra, pero su acento revela sus años en la ciudad condal; es el pequeño de seis hermanos y su ídolo es Luis Miguel Arconada. Fue un portero atípico; coleccionó enseñanzas para después trasladarlas a sus pupilos, primero como preparador de porteros y después como entrenador; y ahora solo quiere plasmarlas sobre el verde allá donde le dejen… Eso sí después de un merecido descanso tras más de treinta años sin parar de trabajar. Con ustedes: Juan Carlos Unzué. Sin duda, un hombre de palabra.

¿Por qué fútbol?

Era el pequeño de seis hermanos, así que si quería jugar con ellos no solo tenía que jugar al fútbol, sino que tenía que hacerlo de portero si quería tener alguna posibilidad. ¡Todo tiene su porqué! [Ríe] Lo bueno del fútbol es que necesitas poco para poder jugar. Recuerdo que he pasado tardes [enfatiza la palabra] con otro amigo del pueblo tirándonos penaltis… Solo chutando el balón el uno al otro.

Parece que porteros vocacionales hay pocos. Se la ‘queda’ el pequeño, el último en llegar…

¡Sí! En mi época se ponía de portero el pequeño o el gordito… [Ríe] Empecé porque era el pequeño y porque si quería jugar con ellos, la ‘cuadrilla’ solo me aceptaba de portero. Me imagino que ahí empieza todo… He sido un portero muy atípico, porque siempre me gustó correr [ríe]. Hacía atletismo con uno de mis hermanos, cross, incluso corrí en pista. Lo hice hasta los 15 años, que fue cuando fiché por Osasuna, pero hasta entonces alterné fútbol y atletismo. Además, me inicié tarde a jugar al fútbol… En aquella época se empezaba en ‘futbito’ y yo nunca lo hice, porque mi primer equipo federado fue a los 13 años. Yo vivía en un pueblo pequeño al lado de Pamplona y un día vino un equipo a jugar, me vieron y me dijeron si quería firmar con ellos, pero hasta entonces nunca había estado en un equipo federado. Eso sí, había jugado dos años en los Agustinos, mi colegio, y lo hacía de jugador y de portero. Y a los 15 firmé por Osasuna. Además, también fui un poco adelantado a los tiempos a la hora de jugar fuera del área, con los pies… Todo esto me ayudó muchísimo para adaptarme mucho mejor que mis compañeros de puesto cuando llegó el momento, creo en el año 1985 o 1987, cuando se empezaron a cambiar algunas reglas y la manera de jugar de entrenadores y equipos. Fue en ese momento cuando llegó el Barça de Cruyff, por el que firmaría después, que requería un portero que dominase más recorrido, más espacio, que jugase con los pies… Ese inicio de haber jugado de pequeño tanto de portero como de jugador me ayudó en mi carrera.

Así que era de los que caminaba hasta llegar casi al centro del campo… Mi padre siempre me cuenta que cuando Jorge D’Alessandro jugaba en la Unión Deportiva Salamanca la afición le pedía constantemente que volviera al área porque se plantaba en la medular.

[Ríe]. Algo así. Creo que realmente lo que me gustaba era jugar en relación al juego. Y sin querer o sin saberlo estaba, vamos a decir, creando una tipología en forma de parar que después me dio mucho en mi carrera, porque pude adaptarme a los cambios de manera más natural que algunos compañeros de generación.

¿Y también era de los porteros que no callaba? Personalmente, considero muy importante la comunicación entre el portero y la defensa…

¡Sí! Sin ninguna duda. Si me conocieras personalmente ya verías que no callo ni en la portería ni fuera de ella [ríe]. Soy una persona bastante sociable y creo que también me ayudó. Esto me permitió corregir ciertas posiciones, hablar a los compañeros… y cuando llegas a profesional también les animas. Creo que es importante distinguir entre hablar y animar… hay que dar la información justa a tus compañeros porque si no les vuelves locos. En mi caso, como desempeñé el papel de jugador, también entendía qué es lo que podían necesitar. Al final, tú, como portero, estás viendo todo de cara, pero ellos tienen movimientos a la espalda y esa voz de alarma medio segundo antes de la acción les ayudaba. Y el beneficiado también era yo, porque así me llegaban menos a portería y me hacían menos goles [ríe].

Siempre le gustó entonces la perspectiva de visión desde la portería… ¿Le ayudó posteriormente en su carrera como entrenador?

Creo que indudablemente estamos condicionados por la vivencia que hemos tenido como jugadores. Siempre digo que me hubiese gustado ser centrocampista para tener la sensación de dominar el juego. No es casualidad que los mejores centrocampistas de nuestra época hoy sean entrenadores. Ellos cuentan con una pequeña ventaja porque tienen una gran visión. Recuerdo que Bilardo, que lo tuve en Sevilla, me decía que el mejor sitio para ver el fútbol desde el propio campo es el del portero porque lo ves todo de cara. Son 180 grados lo que dominas, pero es verdad que logras una visión importante. Una visión sin perspectiva, pero sí del espacio, a la hora de vascular tu equipo, de replegarlo o de alejarse de ti… Creo que sí me ha ayudado para tener una visión diferente. Eso sí, lo que creo que me ha ayudado sobre todo son las experiencias de haber podido trabajar con grandes profesionales tanto en mi etapa de jugador como en mis diferentes roles en los cuerpos técnicos. Tuve muy buenos entrenadores y muy diferentes, así que tengo una experiencia muy variada. Y esto te permite dirigirte hacia el camino que te guste o domines más. Me siento muy privilegiado por haber trabajado con personas como Cruyff, Bilardo, Luis Aragonés, Juanma Lillo, Camacho, Antic… Y después como entrenador de porteros o segundo entrenador con Rijkaard, Guardiola y Luis Enrique. Ha sido un bagaje y una posibilidad de experimentar el fútbol desde todos sus puntos de vista. Y he intentado aprender lo máximo para después aplicarlo cuando he ejercido de primer entrenador, que era algo que ya tenía en mi cabeza desde la época de jugador, pero las circunstancias han hecho que haya sido antes preparador de porteros, después segundo entrenador y ya más tarde primer entrenador. Creo que esa variedad de roles también me ha hecho estar más preparado cuando he sido yo el entrenador, porque así me puedo poner más fácilmente en el lugar de cualquier otra persona del cuerpo técnico.

Empatía, algo que se está perdiendo en un deporte colectivo como es el fútbol…

Pues sí. Tendemos a individualizar todo y los medios en este caso no ayudan, porque se saca al que ha hecho el gol o al que ha cometido el error. Individualizamos en un deporte colectivo como es el fútbol cuando nadie, por muy bueno que sea, es nada sin sus compañeros. En mi caso, creo que el hecho de haber pasado por diferentes roles me hace estar más preparado… O esa ha sido mi intención. Pero mi intención siempre ha sido, realmente, hacer lo que me apetecía hacer y en eso también me siento un privilegiado [ríe]. He ido tomando las decisiones que me apetecían en cada momento. Por ejemplo: cuando me fui a entrenar a Soria en 2010, después de haber ganado los seis títulos con el Barça en mi figura de preparador de porteros, porque quería entrenar y consideré que era el momento adecuado. Mucha gente, y muy cercana, me tildó de loco… [ríe].

Los porteros… ¡Ya se sabe!

[Ríe]. ¡Eso también es verdad!

Quizá esa rebeldía le viene de que en su etapa de jugador no podía moverse con libertad… ¡Aunque se moviera! Y cuando ha tenido la posibilidad de tomar las riendas y decidir ha querido hacer lo que le diera la gana en el mundo del fútbol.

¡No había caído nunca en esa reflexión, pero tiene su lógica! [Ríe] Siempre he querido hacer lo que me apeteciera. Incluso llegué a correr un cross con 16 años, cuando ya había firmado por Osasuna… Fue el último, eso sí, porque llegó un momento en el que entendimos que ya no podía hacerlo. Pero mi vida ha sido así. Creo que solo me he llegado a preocupar cuando he tenido sensación de rutina y eso me da más temor que asumir nuevos retos. Solo he cumplido dos contratos: el último que firmé como jugador con Osasuna, que lo acabé y me retiré aunque querían que siguiese; y en Soria cuando fui como entrenador, que había firmado por un año y lo dejé en verano aunque también querían que continuara. Si he cambiado es porque creía que en otro sitio había algo que me ilusionaba más. Por ejemplo: cuando tenía 21 años estaba en el Barça, pero a los 23 estaba haciendo todo lo posible para no seguir y no porque no quisiese estar allí sino porque quería jugar más asiduamente y con Zubizarreta de compañero lo tenía muy complicado. Entonces busqué un acuerdo con el club, pero siempre yendo muy de frente y explicando cuáles eran mis sensaciones. Esto me ha acompañado toda mi vida… también cuando estaba en el Barça como entrenador de porteros. Quería entrenar y Pep [Guardiola] y Txiki [Begiristain] me conocían, así que cuando fui a hablar con ellos sobre la posibilidad de rescindir el contrato no hubo problema.

La honestidad, la honradez y la sinceridad en un mundo, el del fútbol, en el que escasean tanto, se premia.

Tú lo has dicho. Prefiero que me lo digan los demás [ríe]. Es mi manera de funcionar, la manera en la que me han educado. Mis padres siempre me han enseñado a ser respetuoso, a saber de dónde vienes, no olvidarte nunca de cuáles han sido tus inicios y ser honesto en tu trabajo.

Hablábamos antes de su casa, del atletismo… Pero creo que también ha sido importante el ciclismo en su familia. ¿Le ha aportado algo para extrapolar al fútbol?

[Ríe]. Lo he practicado mucho, pero nunca en mi etapa como jugador a pesar de tener a mi hermano siempre relacionado con este mundo [Eusebio Unzué, manager general del Movistar Team]. Lo he seguido mucho desde muy pequeño, pero no lo había practicado hasta el año 2006, que fue cuando empecé a ir en bicicleta más habitualmente porque tenía tiempo y ningún impedimento. Creo que he mamado más las interioridades del ciclismo a partir de los 25 años, cuando he ido con mi hermano al Tour o La Vuelta. Y he podido ver los entresijos: más allá del aspecto físico, me interesaba la gestión del equipo y los corredores, que era algo muy diferente. Me llamaba mucho la atención cómo se comportaban para trabajar para un líder y también cómo lo hacía el propio líder a pesar de ser un deporte más  individual. No sé si como jugador lo he aprovechado, creo que no, quizá luego como entrenador sí. Pero lo que sí he aprovechado ha sido los consejos y los ratos que hemos pasado hablando mi hermano y yo [ríe]. Me ha ayudado bastante.

Y mencionando la gestión: ¿Cómo se preparaba para el día de partido? Porque  ha tenido que jugar en plazas difíciles…

Creo que cuando empiezas todo va saliendo de forma natural. Era un portero sin demasiadas estridencias, porque ya era bastante estridente mi forma de jugar… [Ríe]. Era diferente por ello, pero me hacía sentirme partícipe en el juego. En mi época, el portero solo estaba para parar la ocasión del rival y como mucho algún balón aéreo y cuando tú tienes una idea diferente por tus vivencias y características, llamabas la atención. Nunca tuve demasiadas manías, pero sí veía compañeros que tenían bastantes… He sido bastante normal y natural y he entendido que mi rendimiento dependía de mi actitud en el día a día. Creo que he tenido bastante fortuna, aunque me haya llevado a momentos de frustración, porque he vivido los tres roles que puede tener un jugador: en mis inicios llegué a quedarme sin convocar, fui tercer portero; he sido titular indiscutible; y también suplente indiscutible. Me he tenido que rehacer porque en cada rol tienes que actuar de manera diferente: cuando juegas y llega el domingo sientes que es tu momento y focalizas la atención para estar bien ese día; pero cuando no eres titular y no puedes aportar a tu equipo en el partido, en mi caso he tratado de encontrar mi sitio. No quería ser solo el portero que no juega, así que ayudaba a los más jóvenes por ejemplo. Creo que era un sentimiento egoísta, porque quería ser partícipe, involucrarme, y como no lo podía ser en los partidos lo era en otras facetas. Y también he disfrutado muchísimo el entrenamiento, así que siempre he intentado ponérselo muy difícil al entrenador.

Dice que era egoísta, pero yo creo que entendía el carácter colectivo del fútbol. Y es justamente lo contrario a lo que está pasando en la actualidad, porque el Barça es Messi, el Atleti es Griezmann… Y este problema genera, yo creo, frustración en el jugador y después el jugador no rinde como debería.

Seguramente. El problema que se tiene habitualmente es la frustración que genera no jugar. El hecho de haber podido sentir que en cada rol que tengas puedes aportar cosas… Quizá iba con mi forma de ser o era egoísmo, pero así me sentía bien. Ahora es muy difícil encontrar en los equipos el papel del veterano y esto ya me lo decía Luis Aragonés, que en paz descanse, hace veinte años. Me hablaba de la dificultad que se iba encontrando entonces para tener esos tres o cuatro jugadores que manejasen el vestuario. Él funcionaba así: buscaba unos mediadores, un nexo, en el vestuario. Se adelantó a los tiempos porque era un hombre súper inteligente. Hoy en día es muy difícil que un jugador empiece y acabe su carrera en el mismo equipo, así que esa jerarquía es difícil de conseguir. Por ejemplo: llega un chico de 19 años a un equipo y aunque haya jugadores que llevan dos o tres años más resulta que es la apuesta del club, el fichaje estrella, es el que más cobra, el que más páginas ocupa… Es difícil de asumir para el veterano y para ese chico joven. No justifico ciertos comportamientos, pero los entiendo porque si lo analizásemos un poco e intentáramos ponernos en su lugar, nos daríamos cuenta de la poca capacidad que nosotros mismos tendríamos a esa edad. Dame cualquier profesión ya sea abogado, maestro o médico, cualquiera, y dime qué capacidad tiene esa persona que será juez, periodista o maestro con 18 o 19 años… ¡Lo normal es equivocarte! El problema de los futbolistas es que sus errores son públicos y, además, los medios ahora mismo buscan el morbo y no ayudan. La vida te acelera los tiempos y tienes que aprender mucho más rápido que cualquier otra persona sin tener tiempo, experiencia de vida ni estudios suficientes, porque si te centras en el fútbol es difícil estudiar también, al menos a mí me costó, y sé que sigue pasando aunque cada vez menos. Y a ello hay que sumarle la presión que existe en muchas familias para que ese chico llegue a profesional y se convierta en el motor de la casa. En definitiva: hay muchas razones por las que el futbolista puede equivocarse y, en muchos casos, no se levanten. Siempre repito que lo difícil no es llegar, que tampoco es fácil, sino mantenerse.

De ahí que muchas carreras se queden a la mitad. Le iba a preguntar más tarde sobre ello, pero, ¿el fútbol es esclavo del tiempo? Un proyecto en casi cualquier otro aspecto de la vida puede durar años y en el fútbol suele reducirse a uno y a veces ni eso… 

Sí… Además, estamos en una sociedad en la que la sensación de vértigo, de aquí y ahora, se ha hecho más evidente. Hay muy poca paciencia… pero en todo. Es un tema social y se acaba viendo reflejado en el fútbol. Si no tienes paciencia en la vida y vas al fútbol tampoco la tendrás evidentemente [ríe]. De hecho, el tiempo para el entrenador es menor. Pero la gran diferencia para mí entre el jugador y el entrenador es que todo lo que te pase como técnico sucederá cuando ya eres una persona madura y adulta. La vida se ve de otra manera, aunque tengas una gran exigencia y sufras un montón… ¡Que se sufre y no te lo diremos todos, pero es así! [Ríe]. Pero lo tienes asumido y te resulta más sencillo por todas las vivencias.

Ahora los entrenadores sois los mayores esclavos del tiempo. Me resulta inimaginable, por ejemplo, vivir una etapa ahora mismo como la de Wenger en el Arsenal.

Así es. Y a menudo los mensajes son contradictorios, porque a veces te llevan claramente para que intentes plasmar y crear algo y ellos saben que necesitas tiempo, pero es verdad que no te lo pueden asegurar. Creo que es una de las reflexiones que tienes que tener hechas, porque condiciona tu forma de actuar. Si yo supiera que voy a tener cuatro años para trabajar en un equipo no tengo duda de que empezaría por la ‘A’ y me daría tiempo a llegar a la ‘Z’. Pero no me puedo justificar en el tiempo, porque es algo que ya sé, sino que tengo que buscar las prioridades. Y lo primero son los resultados, porque los primeros que te los exigirán son los jugadores… y ya no ellos, sino la confianza del jugador. Los grupos crecen si los resultados son positivos y esa es la manera en la que confiarán en ti, porque tú les puedes contar cualquier cosa pero si llega el domingo y no ganas y al siguiente tampoco, aunque estés jugado genial… Has de ser consciente de que el resultado prima. En mi caso intento priorizar qué aspectos del  juego puedo ir sumándole a lo que el equipo me puede dar sabiendo que tengo ese tiempo reducido.

De ahí la importancia de estar en la elaboración del equipo. No es lo mismo empezar en junio que en enero.

Claro, pero a veces no se puede elegir. Incluso si firmas en junio es posible que tampoco puedas estar en ello. Tú vas a un equipo y lo primero que tienes que hacer es convencer a los propios jugadores. Esto, es verdad, se va reduciendo con el paso de los años porque van apareciendo jugadores más completos en cuanto a capacidades, visión de juego… Vienen de haber aprendido una metodología muy diferente desde hace veinte años. Esta fue mi primera reflexión cuando fui a Soria hace seis años. Recuerdo una conversación con un jugador veterano, central, que me dijo: «Míster, eres el primer entrenador que me ha enseñado un concepto ofensivo y tengo 30 años». Este chico no es que no quiera hacer lo que le pidas ni siquiera que no pueda, sino que cree que no puede hacerlo porque no le han dejado. Ahí está la importancia también de la gestión del grupo, que incluye convencerlos.

Entiendo que es el tipo de entrenador al que le gusta dialogar con sus jugadores. Hay entrenadores que buscan eso y otros que marcan más la distancia respecto al vestuario. 

Antes de contestarte a la pregunta, quiero comentarte otra reflexión que tengo hecha. Si hay alguien que sigue manteniendo la jerarquía que ya tenía hace cincuenta años es el entrenador. Para el jugador, y lo he podido ver, el entrenador sigue siendo el primer entrenador. Creo que no hay que hacer nada especial para ganarte esa jerarquía y el jugador así la siente, pero a partir de ahí tienes que intentar que entiendan el juego, que es lo que a mí me acerca a los jugadores. No soy un alineador, soy entrenador y trato de aprovechar todo el conocimiento que he adquirido en mi carrera e intento trasladarlo. Disfruto más dando y, una vez que das, recibes. Es mi posibilidad de sentirme en plenitud. Ese contacto con el jugador por la intención de ambos de que entendamos la idea colectiva, nos acerca. Es un punto de conexión más profesional que personal. Y en ese último aspecto –el personal–: no estoy de acuerdo con que haya que tratar a todos por igual. Es cierto que hay unas bases que son interpretables e iguales para todos, pero en el resto no son iguales. Siempre les digo que hay un momento de partida en el que sí lo son, aunque siempre habrá alguno que me guste más que otro, pero después hay un punto de llegada y ahí está muy relacionado lo que puedes exigir con lo que tú has dado como futbolista previamente. Es fácil decir que hay que tratarles a todos de igual forma, pero se deberían preguntar si todos se han implicado de la misma manera. Y yo trato de compensar y de darle a cada uno lo que se merece, aunque sé que no soy del todo justo porque todos quieren jugar y solo pueden hacerlo once. Esa es la gran dificultad del entrenador: tiene que gestionar un grupo en unas condiciones muy especiales y muy diferentes. Y así les hablo a ellos. Me encanta, por ejemplo, cuando es el propio vestuario el que establece esas normas básicas de las que hablábamos antes. Y así fue en Vigo. Creo que fui privilegiado por trabajar con un grupo de chicos que implantaron sus propias normas, yo les observaba y si no se cumplían los responsables eran ellos.

Al final, el entrenador es una especie de coleccionista que va guardando enseñanzas en su carrera y después las traslada a quien las quiera escuchar.

¡Oye, muy buena esta palabra! [Ríe]. No me lo había dicho nadie, pero creo que tienes mucha razón y me gusta [ríe]. ¡Soy un coleccionista! Cuando has usado la palabra me ha venido a la cabeza lo que yo veo en los coleccionistas: un semblante de admiración, alegría y suerte. Y así me siento. Tú tienes guardado en ese estuche y en ese book tus cromos, en este caso son ideas, y tú eres el que las transmites. Creo que lo más importante es convencer a los jugadores de que son capaces de hacer lo que les estás pidiendo.

Hablábamos anteriormente de diferentes nombres con los que has compartido órdenes o las has recibido, pero si cierra los ojos de quién se acuerda.

No es fácil individualizar la foto de un entrenador, pero haber tenido a Cruyff con 21 años cambió mi vida, porque mi vida ha sido el fútbol. Él nos explicaba algo y cuando lo pensabas te dabas cuenta de que era algo sencillo y lógico. Un ejemplo: «Tú eres un cartero y yo no quiero que seas un cartero porque, ¿qué va más rápido: la pelota o tú con la pelota?» Tú le decías «la pelota». Y él continuaba: «Entonces la das y vas al espacio». Y así te lo decía. Él era un cartero, pero lo era en 3/4 de campo hacia arriba, cuando había que definir y te ibas uno contra a uno. Sobre todo le decía esto de los carteros a los laterales [ríe]. Y también decía: «Tú tienes dos opciones de pase, una más alejada y otra intermedia, si juegas con el cercano te la puede devolver o se podrá perfilar hacia adelante si está bien colocado. Pero si se la das al del fondo solo podrá dársela al intermedio, devolvértela a ti o girarse e ir hacia la portería. Al mismo riesgo: juega con la línea alejada». Había jugadores de 21, 25 e incluso 30 años, pero todos teníamos una sensación parecida: estamos aquí y tenemos unas cualidades porque él –Cruyff– nos ha firmado, pero no entendíamos el juego, sino que hacíamos las cosas inconscientemente. Él nos hizo ver el fútbol de otra manera, nos hacía pensar sobre lo que estábamos haciendo y el porqué. Fue una suerte tenerlo muy joven y aunque después me impregné de entrenadores con ideas muy distintas, lo que ellos me explicaban ya lo veía con otra perspectiva. Desde entonces analizaba cualquier concepto… aunque fuese defensivo. Mi paso por el Barça siendo tan joven me ayudó a entender cuál era la exigencia de un club grande. Desgraciadamente pude jugar muy poco y si no lo hice fue, como te dije antes, porque no estuve al nivel de Zubizarreta, pero sí pude comprobar in situ jugar con la exigencia de ganar cada día.

¿Un jugador no deja de aprender nunca y un entrenador tampoco?

Si cualquier persona llega un momento en el que cree que lo sabe todo, está perdido. Y el primero que sufre es el implicado porque se quedará solo y con una sensación de vacío, de que no está a la altura. En el fútbol hay una parte, desde Cruyff, que nos ayuda a entender que siempre hay un porqué y hay que descubrirlo. ¡No se acaba! [Ríe]. Y creo que me influyó incluso a nivel personal.

Últimamente no dejo de escuchar la palabra “método”, ¿cuál es el suyo?

Más allá de que estés en constante evolución tienes que tener una base, aunque sea en cierta manera ficticia, para que te puedan entender. Personalmente creo más en los sistemas que en el método, porque sirven para contextualizar el posicionamiento inicial y que el jugador pueda entender tu idea, pero a partir de ahí los posicionamientos están en continuo movimiento. Tú puedes jugar con un mismo sistema y hacerlo ofensivo o defensivo en función de las características de los jugadores. Y lo que sí trato de explicar a los jugadores es qué haremos cuando tengamos la pelota y también cuando no la tengamos. Eso es súper importante y es una parte del método. He aprendido con el paso del tiempo que debes saber captar qué camino hay que seguir y a veces el mejor no es el más recto, sino que hay pasar por algunas curvas para llegar al destino que tú quieres. Y en esas curvas está la capacidad del entrenador de adaptarse y de captar las sinergias que los propios jugadores realizan. Tienes que buscar lo bueno que puede hacer de forma natural tu equipo y cómo puedes aplicarlo a tu idea. Así serás más eficiente en el menor tiempo posible.

Es como un juego de cromos con la estrategia del ajedrez.

[Ríe] ¡Sin duda hay mucho de estrategia en el fútbol! Eso sí, esa estrategia la hacen buena o mala los futbolistas, que son los únicos imprescindibles en este deporte. Y eso es así [ríe]. Recuerdo una frase de Luis Enrique: «A veces es mejor una idea mediocre y que la entiendan todos en vez de una idea fantástica que no la ejecute nadie». Hay que ser consciente de lo que te puede dar tu equipo y cómo hacer daño al rival, dónde es más débil, porque no estamos en una carrera de fondo sino en una batalla ante un rival con fuerzas y debilidades.

Anteriormente hablábamos de su experiencia en Soria y en Vigo. Creo que han sido diferentes y quizá muy rápidas, ¿siente que se le ha quedado alguna espina clavada?

En el caso de Soria fui yo el que decidí volver a ser entrenador de porteros, el club quería que siguiese pero fue una decisión propia con la que buscaba equilibrio profesional y personal. Y en Vigo la decisión la tomaron los dirigentes. Me hubiera gustado seguir un año más porque tenía la sensación de que en el segundo año, aunque nunca lo sabremos, el equipo habría crecido más. Y lo creo porque habríamos apuntalado el equipo no con mejores jugadores, pero sí con jugadores que se adaptaran más fácilmente a la idea. La base estaba puesta y faltaba desarrollarla. Me quedé con esa sensación, pero no me gusta justificarme en los demás ni culpar a otros. He tenido tiempo de reflexionar y echar la vista atrás para poder ver qué ha ocurrido en esas experiencias, en las que hay cosas buenas y malas. Siento ganas de estar en un nuevo proyecto porque tengo un reto personal: después de haber hecho esta reflexión y haberme dado cuenta de que tengo margen de mejora, y con algunos matices ya en la cabeza, quiero ver si soy capaz de ejecutar esa manera de gestionar. Estoy ilusionado por ese reto sobre todo [sonríe].

Sonó para el Girona, pero no fue así. ¿Qué proyecto le gustaría tener?

Tomé una decisión con mi representante al final de la temporada pasada: como no había parado en 34 años y me notaba que estaba cansado, creímos que era el momento oportuno para ver las cosas desde otra perspectiva y con otro ritmo para poder reflexionar desde la distancia. Por suerte, pude comprobar que si hubiera querido seguir trabajando podría haberlo hecho, pero necesitaba parar. Mi idea es aceptar si sale algo en Primera División en el transcurso de la temporada y si no llevaré a cabo el mejor proyecto que tenga porque quiero entrenar. ¡Y si quiero entrenar tendré que hacerlo donde me quieren! [Ríe] Además, sé que puedo moverme por retos personales y por la ilusión más allá que por el aspecto económico. Es cierto también que hay mercados con diferentes tiempos al europeo, como el chino, el sudamericano… Antes me preguntabas si hay algo que me gustaría hacer y sí: me gustaría entrenar en Inglaterra. Me hubiese encantado haber jugado allí porque siempre me llamó la atención el ambiente, la pasión y la emoción… el entorno de allí. Si hubiera posibilidad, me gustaría también entrenar allí. ¡Y para eso están los representantes! [Ríe] 

Manolo Preciado también me dijo que le hubiera encantado entrenar en Inglaterra.

Le conocí. ¡Vaya elemento! [Ríe] Se ganaba a la gente de manera muy natural. Era un tipo genial…

Primero fue portero, después preparador de porteros y más tarde entrenador, ¿cómo hizo la transición de tener un Pepito Grillo propio a serlo usted?

Cuando yo jugaba no tenía ni ese Pepito Grillo… El primer entrenador de porteros específico que yo he tenido, porque antes teníamos exjugadores o ayudantes del técnico, fue entre 1992 y 1994. Los porteros de la época eran Rinat Dasáyev, que estaba en el Sevilla; Arconada, que era mi ídolo; y Preud, que era belga. Rinat era muy sobrio, muy alto, delgado… Le llamaban ‘el nuevo Yashin’. Fue el primer ruso que salió a jugar al extranjero y su contrato lo cobraba el estado y a él le pasaba lo que le correspondía, que era muy poca cantidad… Vino con 30 o 31 años al Sevilla y con una rodilla destrozada. La temporada en la que fui a sustituirle a Sevilla le mantuvieron en el club porque le pagaban una parte del contrato a él directamente. Él quería jugar, pero de porteros estábamos Monchi y yo, así que acababa de jugador en los partidillos [ríe]. Y si ves sus ganas de ganar… ¡Esa es la actitud! [Ríe] El puesto de preparador de portero era nuevo en el fútbol y para mí también, así que tuve sensación de novato: tienes que aprender a gestionar tus emociones y todo lo que conlleva cada rol. No tuve tiempo de asimilarlo porque el mismo año que dejé de jugar me convertí en preparador de porteros, no hubo paréntesis para formarme y además había muy poca formación en aquel momento. Pero después he podido comprobar que en esa posición hay mucho nivel y gente con muy buenas ideas. Aquí creo que también me ayudó lo que aprendí de Cruyff, porque al final consistía en llevar al entrenamiento algo que estaba relacionado con el juego. Yo he sido un portero al que le gustó correr, pero mis porteros no dieron jamás ni una vuelta al campo porque no había necesidad. Recuerdo que cuando era portero si en la carrera del viernes me encontraba bien sentía que llegaba en óptimas condiciones al partido. ¡Y ya ves tú qué estupidez! [Ríe] 

Pero siempre ha sido muy valorado como preparador de porteros.

Creo que porque fuimos prácticamente los primeros en incorporar esta figura al cuerpo técnico en un equipo grande.

Con resultados visibles… Se notó especialmente en Víctor Valdés.

Sí, pero entrenar a Valdés era fácil [ríe]. Valdés ya paraba, pero intentábamos que su entrenamiento estuviera relacionado con el juego y que cuando llegase una situación del partido no sintiese una situación de sorpresa cien por cien o no vivida. Fueron unos años que me ayudaron muchísimo porque tuve que aprender rápido y, además, Víctor era un portero muy exigente… ¡Como debe ser! [Ríe] Pero a mí su exigencia personal me ha ayudado a crecer mucho porque, aunque en ocasiones no tuviera razón, te ponía en dificultad. A veces no solo preguntaba, sino que cuestionaba. Y en esa situación tienes dos opciones: marcharte a tu casa si no eres capaz de afrontarla o estar preparado. Con Valdés no era suficiente decirle «vamos a hacer esto» porque él siempre decía «¿Y por qué?» y entonces yo ya estaba preparado, se lo explicaba y le decía cómo, cuándo y por qué. Había que argumentárselo todo y me sirvió para crecer. Pero me sentí muy cómodo con él. Y hay que destacar que cuando ha ganado trofeos individuales siempre se ha dado una importancia relativa, porque hablaba de la importancia del colectivo para ganar ese premio.

Quizá es así también porque se ha tenido que forjar a sí mismo, ha ido de menos a más y nunca contó con el favor de nadie. 

Sí, sí. Pero esa exigencia hacia el portero ha hecho que nos sintamos más partícipes. Creo que Valdés se sentía importante no solo por parar un balón, sino porque también iniciaba muchas jugadas que después acababan en gol. Y así uno tiene una sensación más cercana al juego y se siente más involucrado.

Ha conseguido dar más protagonismo al portero en el buen sentido de la palabra.

¡Sí, sin duda! Hoy el portero es mucho más protagonista que hace 30 años y tiene una mayor exigencia. Hemos empezado la entrevista hablando de que antes se ponía de portero el pequeño o el gordito y ahora el que lo quiere ser realmente tiene que tener todas las cualidades y debe ser el chico más completo de la clase.

Un portero tiene que ser todo lo que son los demás jugadores y, además, parar…

Sí, sí, totalmente.

Por último: ¿Los porteros están locos realmente?

[Ríe]. Creo que es una de esas fábulas que se dicen un día y quedan ahí. A ver, si uno empieza a analizar lo que hace un portero tanto en el entrenamiento como en el partido se da cuenta de que algo de loco tiene que tener. Te estás pegando cabezazos a un lado, al otro… [ríe]. Y tienes un factor diferenciador: vistes de manera distinta y estás en el fondo para que no ocurra lo que realmente quieren todos: los goles. Y también se percibe una situación de aislamiento de la época antigua, que no tiene nada que ver con la actual. Eso sí, un portero tiene que ser muy fuerte mentalmente pero no solo por la presión, sino porque su posición conllevará vivir en los extremos. Su rendimiento influirá mucho en el resultado de los partidos: puede ser positivo y será el héroe y si falla, su error será muy visible y se convertirá en el villano. Creo que mi intención de buscar continuamente el equilibrio viene de ahí, porque todos estamos condicionados por nuestras vivencias. Un portero va en contrasentido, así que si mi posición en el campo no me da ese equilibrio, lo tengo que buscar yo porque si no es un sinvivir.